Aprender de grandes: nunca es tarde para volver a empezar

Aprender de grandes: nunca es tarde para volver a empezar

28 de agosto, Opinión del Dr. Agustín Ibáñez, investigador y docente de la Lic. en Psicología en UF.

Numerosos estudios indican que aunque ciertas habilidades decaen otras kas compensan; el conocimiento previo es más poderoso que la edad para registrar nueva información.

En los años 40, el célebre G. H Hardy escribió que la matemática “es un juego para jóvenes”. Algo parecido se piensa sobre la capacidad de aprender: que sólo gozamos de ella en las primeras décadas de la vida. Pero así como varios ejemplos refutan la advertencia de Hardy, numerosos estudios están dando por tierra con la segunda afirmación.

“No sé de dónde salió esa idea, pero es un mito”, subraya el neurocientífico argentino Roberto Cabeza, que trabaja en el Centro de Neurociencia Cognitiva de la Universidad de Duke, Estados Unidos, precisamente en memoria y envejecimiento.

“Hay factores por los cuales se reduce la flexibilidad del cerebro con la edad, pero hay otros que facilitan el aprendizaje”, afirman Cabeza, que estuvo en Buenos Aires para participar en el reciente Seminario Internacional en Envejecimiento, organizado por el Hospital Italiano.

Además, suma: “Un hecho bien conocido es que el registro de nueva información es mucho más eficaz cuando existen conocimientos relacionados y que éstos moderan los efectos de la edad. Es cierto que la rapidez de los procesos cognitivos decrece con los años, pero como la experiencia aumenta… Dentro de esas áreas donde uno se especializa o tiene interés, como los hobbies, el conocimiento acumulado es más poderoso que la edad”. Y cita como ejemplo que si alguien que no sabe nada de pájaros ve un ave y escucha su nombre, es probable que se lo olvide muy rápidamente; pero el que ya aprendió mucho sobre  ellas puede retener esa información muy rápidamente.

Agustín Ibáñez, director del Instituto de Neurociencia Cognitiva y Traslacional (Ineco/Conicet/Fundación Favaloro), lo explica de esta manera: “Algunos estudios muestran que aproximadamente el 40% de los adultos baja su rendimiento entre los 60 y los 70 años. Si embargo, también sabemos que algunos procesos (conocimiento semántico, memoria implícita, autorregulación emocional) pueden mantenerse o mejorar en la vejez, y que los cambios plásticos cerebrales ocurren a lo largo de toda la vida. En ese sentido, la mejor explicación (de la preservación de capacidades cognitivas) que tenemos hasta hoy es una teoría llamada Scaffolding Theory of Aging and Cognition (teoría cognitiva del andamiaje en la vejez o STAC). esta hipótesis propone que al actividad cerebral y mental produce “andamios” compensatorios ante el declive neurocognitivo. El andamiaje en la vejez puedo producir cambios cerebrales a través del reforzamiento de conexiones cerebrales o la compensación de estructuras deficientes. En particular, se observó que la actividad frontal (activación y conectividad) se incrementa con la edad y que dicho aumento a menudo está asociado con la preservación o mejoría en el desempeño cognitivo”.

Diferencias individuales

Por supuesto, hay grandes diferencias individuales. Por ejemplo, estudios longitudinales realizados en miles de personas por Lars Nyberg en la ciudad de sueca de Umea indican que mientras hay personas caídas después de los 70 años, otras no exhiben deterioro cognitivo.

Por otro lado, como todos tienen diferentes niveles de inicio, es probable que el que empezó en un nivel más alto rinda más a los 80 que otros que todavía son jóvenes. “Una gran cantidad de ancianos tienen mejores rendimientos cognitivos que mucha gente a los 30 -destaca Cabeza-. Claro que habría que saber cuál era rendimiento de ese anciano a los 30; seguramente era mejor. El efecto más claro de la edad está en la velocidad, pero ésta es solo uno de los factores que inciden en el aprendizaje. También está la precisión, que se reduce mucho menos”.

Sin duda, éstas son buenas noticias para un grupo de la población en acelerado crecimiento y que ya se hace notar en la demanda universitaria. Hace unos años, un estudio de José Yuni, investigador del Conicet, en diez universidades de todo el país mostró que cada vez se inscriben más personas mayores en las facultades.

En una nota publicada por La Nación, Yuni contó que entrevistó a más de 1500 alumnos de entre 50 y 86 años que se encontraban en esa situación.

El año pasado, la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) de Buenos Aires inauguró un nuevo proyecto de formación para adultos mayores.

El aprendizaje académico es particularmente exigente. No sólo requiere memoria, sino también atención y concentración.

Ibáñez detalla que si bien “sobre todo después de los 60 muchas de nuestras habilidades se vuelven menos eficientes”, la mayoría  de los estudios realizados sobre estos aspectos tienen debilidades metodológicas, sobre todo porque son transversales. Para Cabeza, estos obstáculos no son insalvables. “Hay algunos que tiene un rendimiento tan bueno a los 70 o los 80 como cuando eran jóvenes. E incluso puede ser superior -insiste-. Hay otros casos  en que sí tienen más dificultad, pero siempre está moderada por cómo se relaciona la información con la experiencia acumulada”.

En este sentido, afirma, muchas de las creencias circulantes son lisa y llanamente mitos. “Por ejemplo,, la idea de que los chicos aprenden más rápido el lenguaje -ilustra-. Quizá la pronunciación sí se limite con la edad, pero no la posibilidad de adquirir la gramática y el vocabulario. Lo que pasa es que no se tiene en cuenta la cantidad de horas que los chicos pasan tratando de usar el lenguaje en la escuela, mientras los adultos esperan aprender un idioma tomando una clase semanal. Si uno considera el tiempo de práctica, los adultos aprender más rápido que los chicos. También está, por supuesto, la motivación: ellos quieren aprender para jugar con los amigos sí o sí, mientras que el adulto generalmente se las arregla con otra lengua”.

Lo mismo sucede con el estudio de los instrumentos musicales, continúa el investigador: no existe una mayor facilidad en la niñez, lo que pasa es que resulta más difícil  para un adulto dedicar las horas de práctica que uno espera de los chicos. “Los adultos también son mucho más ansiosos y quieren aprender más rápido, incluso, que los jóvenes”, asegura.

Mantener el cerebro en forma

Eso sí, para aspirar a retomar el aprendizaje a edades avanzadas hay que mantener el cerebro en forma. Hoy se sabe que factores como el estrés, las hormonas suprarrenales y gonadales, los neurotransmisores, algunos fármacos, la estimulación ambiental y cognitiva, e incluso la estimulación y exposición al aprendizaje cambian estructuras y funciones neuronales en la vejez. “Los procesos que estos factores pueden inducir impactan en múltiples niveles, desde la morfología neuronal hasta las redes funcionales del cerebro o la neurogénesis”, explica Ibáñez.

Algo particularmente importante es ener en cuenta que el cerebro está íntimamente relacionado con el cuerpo. “Estamos empezando a entender el envejecimiento cerebral como parte del resto del organismo -agrega Ibáñez-. La hipertensión y la diabetes pueden incrementar el riesgo de demencia o el declive cognitivo. Ni hablar del impacto de la susceptibilidad genética, la actividad física y la estimulación mediante actividades”. Y coincide Cabeza: “Está probado que mantener la actividad intelectual está asociado con una postergación de la caída cognitiva”.

¿Volver a clases a los 60 o más? La respuesta de los neurocientíficos es que no sólo es posible, sino también deseable.

Extraído de: LaNación.com.ar – Educación

 

 

 

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