El arte de no desperdiciar energía

El arte de no desperdiciar energía

16 de marzo de 2017

Columna del Lic. Martín Reynoso, Director y docente en posgrados de Neurociencias en UF.

Cómo aprender a regularla para realizar el esfuerzo correcto.

Alcanzar nuestros objetivos es una cuestión de energía. Mi hija tiene en su perfil de whatsapp una frase que reza: “el esfuerzo vence al talento”. Ella es deportista y sabe que por más habilidad que uno tenga, no es suficiente para crecer en el duro camino del básquet. Es clave empujar y empujar, “sangre, sudor y lágrimas” decía un profesor de contabilidad que tuve en tercer año.

Pero más allá de que esto sea una verdad de perogrullo, hay otra más sutil que debemos considerar: hay diferentes tipos de esfuerzos, la energía se puede utilizar de distinta manera. Lo sabe un profesor de Aikido o Yudo: si uno aprovecha de la manera correcta el esfuerzo del adversario y utiliza una maniobra o palanca para reconducir su energía, seguramente podrá derribarlo o inmovilizarlo.

No alcanza con empujar y empujar: es aún más importante saber discernir la forma en que canalizamos la energía del empuje, y aquí incluimos no sólo el cuerpo, sino la mente.

Alzar una valija con todo el cuerpo
Si estamos saliendo a tomar un vuelo y recogemos nuestra maleta, quizás hagamos fuerza no sólo con el brazo y la pierna que está junto a ella, sino con el otro brazo, la mandíbula (apretando los dientes) y contrayendo los músculos del rostro.

Si estamos en un diálogo polémico con otra persona, quizás alteremos inconscientemente nuestras funciones fisiológicas al punto de sudar, hiperventilar y mover ansiosamente nuestras piernas. ¿Es necesario esto? Seguramente no.

¿Por qué utilizamos en muchas oportunidades más energía de la necesaria? Y en otras, ¿por qué no utilizamos el esfuerzo preciso para alcanzar nuestras metas? Para el budismo, esto tiene que ver con una característica inherente a la mente del ser humano: su ignorancia. Ignorancia aquí no hace referencia a falta de conocimiento intelectual, sino a falta de conciencia, de discernimiento. Vivimos automatizados y utilizamos además grandes sesgos (distorsiones) para percibir la realidad, como nos dice la neurociencia, entonces necesitamos desarrollar la sabiduría del discernimiento que sólo surge de la investigación, de la indagación de la causalidad de los fenómenos a través de la experiencia directa.

El esfuerzo correcto
Viāiāma, así denomina el Budismo al “esfuerzo correcto” en sánscrito, y el propio líder espiritual fue quien enseñó cómo se practica a uno de sus seguidores, Sona. En el diálogo con este joven músico el Buda dijo lo siguiente:

Viāiāma, así denomina el Budismo al “esfuerzo correcto” en sánscrito, y el propio líder espiritual fue quien enseñó cómo se practica a uno de sus seguidores, Sona. En el diálogo con este joven músico el Buda dijo lo siguiente:

—¿Qué crees, Sona. Antes, cuando vivías en hogar, eras hábil en tocar la vina?

—Sí, lord.

—¿Y qué piensas: cuando las cuerdas de tu vina estaban demasiado tensas, estaba tu vina afinada y tocable?

—No, lord.

—¿Y qué piensas: cuando las cuerdas de tu vina estaban demasiado sueltas, estaba tu vina afinada y tocable?

—No, lord.

—¿Y qué piensas: cuando las cuerdas de tu vina no estaban ni demasiado tensas ni demasiado sueltas, sino afinadas en el tono exacto, estaba tu vina afinada y tocable?

—Sí, lord.

—De igual manera, Sona, la persistencia sobredimensionada conduce a inquietud, la persistencia demasiado carente conduce al letargo. Así, debes determinar el tono exacto de tu persistencia, afinar el tono de las [cinco] facultades y entonces tocar tu tema.

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¿A qué se refería el Buda en esta indicación? A la necesidad de que su alumno pudiera ajustar correctamente las cuerdas de su instrumento: más o menos no servía. Así es con el esfuerzo o la energía de nuestra mente y nuestro cuerpo: debemos incursionar en un camino de autodescubrimiento, muchas veces de ensayo y error, para aprender a discernir cuál es el esfuerzo correcto para cada una de las cosas que hacemos. Es un arte, un difícil arte pero que conlleva satisfacción y crecimiento interior.

Extraído de: Clarín.com – Ser Zen

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