El impacto de las tecnologías en la memoria

El impacto de las tecnologías en la memoria

15 de enero de 2018 – Opinión de la Dra. María Roca, Vice Directora del Instituto de Neurociencias Cognitiva y Traslacional (INCyT), y Directora en Posgrados de Neurociencias en UF; y el Dr. Agustín Ibáñez, Director del Instituto de Neurociencias Cognitiva y Traslacional (INCyT), y Docente de la Lic. en Psicología de UF.

Procesos mentales


Hoy no se recuerdan los números telefónicos porque sabemos dónde encontrarlos.

Uno ya no se acuerda de los cumpleaños ni de los números telefónicos. Las personas pasaron de memorizar cada detalle a depender del celular y la web. ¿Internet provocó una amnesia general o es una herramienta que ayuda a recordar lo importante?

La ciencia transformó a la Humanidad: cada aspecto de la vida cotidiana está atravesado por sus avances, lo que condujo a una inevitable adaptación de las funciones cerebrales.

“La tecnología parece disminuir esa capacidad que tiene el ser humano de guardar la información a largo plazo: un número de teléfono, un dato académico, porque sabemos que lo vamos a encontrar en otro lado. Entonces pierde un poco de sentido guardarlo en nuestro cerebro. Ahí es donde se empiezan a modificar las funciones mentales”, explica María Roca, directora del laboratorio de Investigación en Neuropsicología y Coordinadora Científica de la fundación INECO. Sin embargo, “la memoria de trabajo, que es la capacidad de sostener la información en la mente y manipularla, que no tiene que ver con el largo plazo, no necesariamente se ve disminuida con el uso de la tecnología”, aclara.

En la actualidad existen recursos o apps para cada necesidad. Si uno se pierde en la calle puede acceder al GPS; si se olvida de un cumpleaños Facebook se lo recuerda; si surge una polémica, Google juega a ser ojo de halcón para definir quién tiene razón y, como si fuera poco, el despertador llegó a su ocaso de la mano del celular.

“Si lo pensamos desde el punto de vista darwiniano, aquellas cosas que no necesitamos van disminuyendo su expresión. Lo mismo sucede con las funciones mentales, las que son importantes para nuestra supervivencia se sostienen y se fortalecen. Mientras que las otras empiezan a disminuir. En ese contexto la tecnología es parte del ambiente”, reflexiona Roca.

La capacidad de absorción de datos siempre fue un bien admirado, preciado y considerado popularmente como fuente de inteligencia. Aunque, “el estatus del conocimiento cambió. No necesitamos acumularlo, sino saber cómo acceder a los datos necesarios, cómo gestionarlos, ordenarlos y aplicarlos. Pero es sólo el primer paso. Cada vez más, ni siquiera vamos a tener que encargarnos de encontrar el tipo de información que nos interesa, porque la inteligencia artificial se va a encargar de todo”, adelanta Agustín Ibáñez, director del Instituto de Neurociencia Cognitiva y Traslacional e investigador de la universidad Adolfo Ibánez.

Existen distintos tipos de memorias, pero su diferenciación es crucial para comprender el complejo fenómeno que abarca los procesos mentales. “Por mecanismos que no están claros, el uso frecuente del smartphones, las redes sociales y la comunicación permanente parece disminuir la capacidad de memoria de trabajo (corto plazo). En algunos casos, también en la memoria anterógrada (la capacidad de retener información nueva) hay un efecto adverso por el uso frecuente de la social media y los celulares”, detalla Salvador Guinjoan, jefe del Servicio de Psiquiatría de la fundación FLENI.

“Puesto por el tamiz de la cautela científica, porque son tecnologías nuevas y un estudio requiere tiempo, los datos preliminares muestran que el rápido cambio de una tarea a la otra y la inmediata disponibilidad de información, tienen el potencial de terminar haciendo un cierto menoscabo en algunas operaciones cognitivas”, aclara Guinjoan.

El efecto Google es uno de los estudios centrales para analizar el impacto de la tecnología en la memoria. Este experimento, liderado por Betsy Sparrow, profesora adjunta de la Universidad de Columbia en Nueva York, “comprobó que los individuos utilizan Internet como su base de datos personal, una especie de memoria externa”. Esta conclusión es similar a la que arribó el psicólogo David Wegner, quien en la era pre digital (1985) planteó el concepto de “memoria transactiva”, en el que un miembro de un grupo se despreocupa por retener determinada información ya que otra persona de ese equipo es especialista en el tema. Es decir, de alguna manera se aloja información en cerebros ajenos.

“No se trata de desacreditar el valor de la tecnología, sino más bien pensar sus cambios y también algunas de sus consecuencias no deseadas. Sabemos que el multitasking digital involucra una continua interrupción de la atención sostenida, lo que podría ser perjudicial para la consolidación del conocimiento”, dice Ibáñez.

Sin embargo, ¿qué pasaría si las personas no pudieran tener acceso a su celular o Internet por cinco días? “Perderían la memoria, la cognición social, la comunicación, la ubicación espacial y algunas de sus experiencias más queridas: sus imágenes, videos y recuerdos más preciados. Pero ahora imagine en ciertas circunstancias que un sector de la sociedad no pudiera acceder nunca a ello. Antes de que nos demos cuenta su uso ya se ha tornado natural. La velocidad con la que nos adaptamos a la tecnológica le gana la carrera a la reflexión sobre el impacto de estos cambios en nuestro universo interno de la mente y sociedad”, aclara Ibáñez.

Extraído de: Clarín.com – Sociedad

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