Por el riesgo de contagio, los médicos cambiaron de manera drástica la forma de atender a sus pacientes

Por el riesgo de contagio, los médicos cambiaron de manera drástica la forma de atender a sus pacientes

12 de abril de 2020 – opinión del Dr. Roberto Peidro, Director del Instituto de Ciencias del Deporte de la Universidad Favaloro, en el Diario Clarín.

El trato en los consultorios de oftalmólogos, cardiólogos y odontólogos, entre otros, se volvió más frío debido a la pandemia. El contacto es con protección y se reduce a lo mínimo indispensable.

La muerte de los 100 médicos en Italia, el alto porcentaje de médicos contagiados en España, lo mismo que en Estados Unidos, el fallecimiento del director de Salubridad de Resistencia, en Chaco, además de los tres contagiados en Mendoza y el médico del PAMI en Córdoba, suman preocupación entre los profesionales de la salud que luchan contra el coronavirus. Pero también en los consultorios, en lo sitios donde miles de especialistas deben continuar atendiendo a miles de pacientes de manera rutinaria por múltiples situaciones todos los días .

Algo más del 8 por ciento del total de los infectados en el mundo son médicos. Por este riesgo y el alto porcentaje es que en las últimas semanas ha cambiado drásticamente el protocolo de atención a los pacientes en el resto de las patologías.

El doctor Rogelio Ribes Escudero dice ser un médico afectuoso, que saludo con un beso o con la mano, que suele contener a sus pacientes, todos aspectos que ahora deberán modificarse por fuera mayor. “Desde hace unas semanas el trato con ellos es frío, algo distante, la verdad es que me siento ajeno, se advierte el temor, hay tensión, casi que no hablamos, ni el paciente ni yo”, describe el oftalmólogo y jefe de trasplante de córneas en el Hospital Alemán.

“En nuestro caso, hay cierto temor al contagio porque estamos muy expuestos porque tenemos que examinar los ojos del paciente a diez centímetros de distancia con una lámpara hendidura, que es un microscopio. Pero debido al riesgo de contagio utilizamos una máscara facial que nos protege del aliento y la respiración pero también un acrílico entre el rostro del paciente y el mío, lo que no sólo resulta incómodo sino que cuesta divisar el malestar“, explica el médico oftalmólogo.Ribes Escudero no duda de que su especialidad “es de alta peligrosidad por eso los pacientes también deben usar barbijo, guantes y camisolín, Todo se dificultó, cada paciente lleva más tiempo que antes, entre un turno hay que desinfectar todo el consultorio y esterilizar los instrumentos de trabajo para minimizar los riesgos. Y cuando la situación lo permite, intento que el paciente no se traslade y rompa la cuarentena, busco utilizar herramientas electrónicas para ayudarlo”.

El especialista del Hospital Alemán piensa que “hay un exceso de información que no es buena porque se genera pánico en la sociedad, y también mucha desinformación, al menos en lo que veo de los pacientes, que apenas respiran… Están angustiados, paralizados, se les pregunta y no responden, no sé adónde vamos a ir a parar”, describe Ribes Escudero, que admite. “Estoy extenuado, pero no por la cantidad de pacientes sino por los recaudos que hay que tomar. Para ir al baño lo pienso dos veces, ¡sabés lo que demoro en ponerme y sacarme este traje de astronauta“.

Cuenta Roberto Peidró que debe hacer memoria para cumplir con todas las pautas sanitarias para abrir su consultorio. “Lavarse bien las manos, alcohol en gel, barbijo y camisolín, sólo para usar el ecocardiograma, Y después tirar todo y volvérselo a poner cuando interactuamos con un paciente, agregando anteojos de protección”, explica con tedio el cardiólogo de la Fundación Favoloro.

Peidró, que lleva más de cuarenta años en la profesión, reconoce que “con el aumento de las consultas online, se está perdiendo ese mano a mano con el paciente, esa vínculo de calidez y contención de nuestra parte, y se corre el riesgo de que, ahora, el paciente sea una cosa, yo espero seguir cuidándolo y cuidándome”, remarca el médico de 68 años que, pese a integrar la población de riesgo, no está preocupado ni tiene miedo.

A la hora de examinar a un paciente, “tomo las prevenciones correspondientes pero yo tengo que auscultar, tomar la presión, el pulso, el ritmo cardíaco, por lo que no puedo respetar la distancia. Yo me debo a mis pacientes, a mi profesión y en la cardiología, como decía el gran René Favaloro, la calidez, la palabra del médico y la interacción son fundamentales“.

Lo que advierte el cardiólogo es que “por el bombardeo del coronavirus, se están descuidando las otras patologías. Ojo con eso, porque un paciente mío me dijo que tuvo un fuerte dolor en el pecho pero le restó importancia, y me avisó que me vendría a ver después de la cuarentena. Le respondí que de ninguna manera, podía ser un preinfarto y de hecho cuando lo vi pedí su internación y desde diversas clínicas me dijeron que no porque estaban cuidando camas para el coronavirus. Y así hay un montón de casos. Es importante no dejar de hacernos estudios, por más que no sean urgencias, no se pueden negar a hacerlos si hay una prescripción médica”.

Experimentado y sereno, Peidró advierte que muchos colegas de otras especialidades están atemorizados y actúan de manera inconveniente. “Fui testigo de cómo un médico de rayos maltrató a una paciente, porque atinó a hacer una pregunta. El médico le gritó y le exigió que no hablara. Temo que esto pase a mayores y se torne incontrolable”.

“Hay miedo, claro, porque los odontólogos estamos en la primera línea del fuego de este virus a través de la saliva del paciente. El riesgo de contagio es altísimo, pero estamos acostumbrados a trabajar en situaciones adversas, sucedió con cuando se dispararon los casos de HIV y los de hepatitis B y C”, repasa Pablo Rodríguez, decano de la Facultad de Odontología de la UBA.

Rodríguez, que también lidera un grupo de cien especialistas en la Clínica de Caseros, cuenta que ha cambiado no sólo la forma de trabajar y la manera de vestir sino que “hay un ambiente raro, un clima incómodo que tiene que ver con el temor compartido entre el paciente y el dentista. Nosotros pensando en no contagiarse y el paciente intentando evitarlo todo. Y en lo personal somatizo, me pasa que todo, me duele la cabeza, la garganta, siento que estoy infectado y no, es la cabeza que no para”.

El coronavirus marcará un antes y un después, especialmente en el rubro odontología, cree Rodríguez. “Hoy alrededor del 90 por ciento de los consultorios particulares están cerrados y no sé cuántos podrán volver a abrir, porque el uniforme es carísimo y si hay que cambiarlo entre paciente y paciente, no sé si podremos amortizarlos con los ingresos que tengamos”, remarca el especialista, que puntualiza que usa barbijos N-95, que impiden la entrada de bacterias.

En la misma sintonía está el colega Pablo Palmieri, quien además de hacer foco en el altísimo riesgo de contagio del virus, remarca que “también va a cambiar el protocolo en la recepción de los pacientes, ya que tendrá que respetar la distancia mínima por un lado y al ingresar debería recibir cubre zapatos y un camisolin, ya que tenemos que pensar que es un probable portador del virus. Es importante chequear que no tenga fiebre y que se realice un correcto lavado de manos”.

El otros aspecto enormemente preocupante, subraya Palmieri, es el económico “porque todas estas medidas nuevas de bioseguridad implican un gasto extra en nuestra practica de todos los dias, ademas considera que la mayoria de estos insumos al escasear hoy en dia se consiguen a precios cada vez mas abusivos y ese costo no se le puede siempre trasladar al paciente. Por otro lado, desde el 20 de marzo todos los consultorios están cerrados con lo cual nuestro ingreso profesional se redujo a cero, y todos en su medida tenemos gastos y empleados que dependen de nosotros”, traza un panorama complicado.

“Hay que adaptarse a estos tiempos y tomar estrictas precauciones. En lo personal, cerré mi consultorio para evitar juntar gente en la sala de espera y sólo atiendo urgencias en el hospital“, afirma la experimentada médica neumonóloga del Clínicas Roxana Berenguer. “Trato de atender por whatsapp, mando las recetas por mail y así vamos evitándola circulación de pacientes, no queda otra”.

Berenguer cuesta que en el Hospital de Clínicas las medidas de seguridad sanitarias son impresionantes y “nosotros debemos estar a la altura de la circunstancias, utilizando máscara facial larga, gafas, camisolín y a los pacientes que atendemos, a los que se clasificamos de acuerdo a su patología, lo hacemos con un acrílico de por medio“.

La reconocida especialista señala que “se dejaron de hacer espirometrías por la altísima peligrosidad de ese estudio tan común y frecuente, en el que el paciente exhala y desparrama millones de gotitas. Por el momento no se realizan. Y en cuanto a las broncoscopías, estudios que llevaban unos treinta minutos, con anestesia local, ahora demandan más de una hora, porque se intuba al paciente, se le hace anestesia general y se lo lleva a un quirófano”.

Dice Berenguer que pese a todo el operativo de seguridad que observa cada días en el Clínicas, “yo me siento tranquila, tomo los recaudos, pero no tengo miedo. Pero sí observo que hay mucha paranoia y la gente hace cualquier cosa. Días atrás una mujer me tiró Lysoform dentro del ascensor. A veces el pánico se transforma en locura”.

Las especialidades más afectadas en el mundo, las que más muertes sufrieron, son las de otorrinolaringólogos, los oftalmólogos y los odontólogos “porque trabajamos en un área donde está la mayor concentración de virus, por eso es muy importante la información y experiencia que nos están enviando nuestros colegas de Italia, China y Estados Unidos, que nos advierten de los errores que no debemos cometer”, hace saber Iris Rodríguez, otorrinolaringóloga del Hospital Italiano.

La profesional señala que el Hospital Italiano suspendió “todo tipo de estudios mínimamente invasivos como fibrolaringoscopías, videoestroboscopía y demás estudios instrumentales para ver por adentro la vía aérea y la vía deglutoria, salvo en casos de suma urgencia”, especifica Rodríguez, que también cerró su consultorio particular.

Rodríguez enfatiza que “hoy la telemedicina está cumpliendo un rol fundamental porque el temor es muy grande y los pacientes, ante las mínimas dudas, necesitan consultar. En el caso del portal del Hospital Italiano, todos los médicos que trabajamos allí estamos conectado y tenemos una cámara en nuestro sistema para recibir las consultas necesarias, evacuar duda y contener a los pacientes”, destaca la especialista, que no tiene dudas que el coronavirus marcará un ante y un después en la medicina del mundo.

Beatriz Oliveri, especialista en osteoporosis, decidió atender a todos su pacientes por internet. “Es que la mayoría de los que vienen a verme son adultos mayores y me parecía contraproducente que vinieran a mi consultorio por lo que, estudiando sus historias clínicas, vamos orientándolos. Por suerte, todos se las rebuscan con la videollamada”.

La médica, que también monitorea desde su casa, entiende que “hoy por hoy, de acuerdo a lo que estamos viviendo, es la mejor manera de estar cerca de ellos. Y en estas semanas el balance de trabajo ha sido tan fluido como positivo. Es una manera nueva de trabajo, que siento que permanecerá mientras que no hay urgencias. Una urgencia -apunta- sería una fractura, y en ese caso yo la derivaría a una guardia traumatológica”.

Más allá de esta complicada situación general, Oliveri remarca “que en mi especialidad, con el segmento etario con el que trabajo, el consultorio es fundamental y no me resigno a perderlo. Además de la cuestión humana, que muchos pacientes mayores necesitan porque están solitos, yo debo tomar la presión arterial, el pulso, pesarlos y una serie de estudios en la que el vivo es vital”.

Extraído de: Clarín.com.ar – Sociedad.

 

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