Los dilemas del aburrimiento: ¿es bueno o malo?

Los dilemas del aburrimiento: ¿es bueno o malo?

7 de junio de 2018 – Columna de opinión del Lic. Martín Reynoso, director de Posgrados UF con la participación del Dr. Agustín Ibáñez, Director del Instituto de Neurociencias Cognitiva y Traslacional (INCyT), y Docente de la Lic. en Psicología de UF.

Cuando eramos niños, mis hermanos y yo solíamos pasar nuestras vacaciones en Concarán, San Luis, en lo de mi bisabuela Luisa. Vivíamos días de mucha plenitud con nuestros parientes puntanos y bonaerenses, que también acudían a hospedarse en la vieja casa estilo colonial. De día explorábamos de punta a punta el pueblo (en la niñez aprendimos a andar en bici y de adolescentes a conducir el auto de papá) y de noche teníamos festivas guitarreadas con un sinfín de músicos y cantantes en el patio. Recordar esos entrañables tiempos alimenta hoy mi sensación de gratitud a la vida.

Pero había un único momento que padecíamos: el de la siesta. Ocurre que, como niños hiperactivos, no la dormíamos y mis padres sí. Esto no hubiera sido mayor problema si no ocurriera que mi tío Néstor y su familia se iban en ese lapso a la pileta del balneario, el lugar donde se congregaba todo Concarán y epicentro de la máxima algarabía que cualquier niño pudiera imaginar. La dilatada espera hasta que mis padres emergieran de su descanso se nos hacía eterna. Estábamos entre desanimados e inactivos, deambulando de un lado a otro. Si me preguntaran cómo se siente el aburrimiento, diría: así, como en aquel entonces.

Problemas para definirlo

Parece que está de moda decir que el aburrimiento es bueno y necesario. Recientemente me llamaron de una revista para que explicara los beneficios del aburrimiento, pero definirlo es todo un problema para la ciencia y no mucho menos para el común de la gente. Los psicólogos no coinciden en una definición del término y las variaciones son enormes. Los diccionarios lo definen como una “sensación de tedio producida por la falta de estímulos”, pero yo resaltaría que es un tedio suave, casi imperceptible, porque en dosis mayores ya sería un estado de enojo, aversión, y eso ya no es aburrimiento.

Para el Dr. Agustín Ibáñez, director del Instituto de Neurociencia Cognitiva y Traslacional (INCYT, CONICET-INECO- FAVALORO), hay algunos procesos clave que la neurociencia considera en la experiencia del aburrimiento: la atención fluctuante, la presencia de un afecto negativo y la sobreestimación del tiempo. ¡Eso es lo que sentíamos en Concarán! ¡Que el tiempo pasaba con una lentitud exasperante!

Agrega luego que es muy difícil operacionalizarlo (darle forma de conductas observables concretas para tomar algún tipo de medida, cualitativa o cuantitativa), lo que es necesario para otorgarle entidad científica.

Con todo, reconoce que hay dos tipos de aburrimiento.

Aburrimiento bueno y aburrimiento malo

Agustín dice que algunos investigadores resaltan el aspecto útil del aburrimiento ya que, en los tiempos que corren, supone detener la estimulación de nuestro cerebro en su adherencia a la tecnología y el hacer constante y favorece correr la atención hacia procesos internos, por ejemplo de creatividad, tan necesarios en nuestra vida moderna.

En tal caso, se activaría la red de reposo (DMN, default mode network en inglés), que es una red en la que nuestra mente vaga con cierta libertad sin objeto de atención alguno. Los estudios dicen que alrededor del 50% del tiempo estamos en ese estado diariamente. Pero no hay evidencia consistente en que esto (ser creativos) ocurra con regularidad en ese estado. Más bien parece depender mucho de cada uno y de dónde orientemos nuestra volición y motivación.

Extraído de: Clarín.com – Ser Zen

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